martes, 7 de octubre de 2014

EN EL FONDO DE MI CONCIENCIA por DAVID MARIO VILLA MARTÍNEZ







La nostalgia y la ternura han conseguido que incluya este relato. Pertenece a la "prehistoria" de mis comienzos, siendo uno de mis primeros relatos de juventud. Por aquel entonces era muy idealista y tal vez, en cierto modo, siga siéndolo en el fondo de mi conciencia.


EN EL FONDO DE MI CONCIENCIA

En el fondo de mi Conciencia, en mi interior viajaba yo y en la Sala de los Sueños del Palacio del Corazón del hombre fui a encontrarme. Allí fui a parar como un desconocido encuentra el Manantial de la Sabiduría Arcana y del Sencillo Conocimiento. Conocimiento que va más allá de las palabras, los gestos y la memoria, que es más un devenir de la Verdad que una voluptuosa marcha de la mentira e ignorancia.
Marchaba yo por toda la lujosa Sala, llena de los semblantes mis miedos y seguridades, de las puertas de los fantasmas de mis penas y alegrías, las de las mascaras de mis victorias y frustraciones… Saludando uno tras otro a estos mis diferentes egos como a prestos desconocidos con los que no quisiera relacionarme con toda profundidad, me encontré sin dame apenas cuenta en un Jardín paradisiaco en el que a pesar de ser manifestación de una eterna Primavera, se mostraba el desgarro de las zarpas de un Inverno mortal. Era inmenso, lleno de posibilidades.
Ante mí, de entre las sombras de mi mente, las sombras de aquello que se negaba a aceptar, salió un espectro de lo que fue hermoso, pero que ahora se encontraba enternecedoramente desfigurado y desvalido: la así misma mentada Libertad. Su rostro se encontraba envejecido, sus ojos mostraban los abismos del sufrimiento de la esclavitud. Sus mejillas ya no tenían el color rosado de la alegría, ni sus manos la suavidad de la Esperanza inalterable; sus dulces labios apenas tenían ya los besos reconfortantes de la Paz. Veíase herida en su esencia, en su origen, más no en su final, pues la Libertad jamás moriría del todo y esa era su larga agonía.
Lentamente me acerqué a ella y un escalofrío recorrió mi ser al pensar en que hubierala acontecido para que su inigualable belleza estuvierase marchitando. Poniendo su desvaída mano derecha sobre mi frente me dijo:
-He aquí que yo he de hablarte en enigmas, porque todo lo que Soy y todo lo que tú Eres va más allá de la comprensión. Soy, como bien has deducido, la Libertad, hija de la Conciencia y más exaltada en la conciencia del hombre. Agonizo y mi tormento es ilimitado, pues la libertad fue concebida, gestada y parida para nunca morir aunque si padecer y en ocasiones verse desfigurada por los antojos de la misma voluntad dada a los hombres… aunque no de todos. Camino junto a vosotros en vuestras vidas, junto con una Conciencia en Libertad.
Aliviada por revelar lo revelado suspiró dolorosamente, mientras su mirada se dirigía hacia un rincón del Jardín donde la yerba ya no nacía, ni los arboles daban sus frutos, donde las flores tiempo ha habíanse marchitado; donde las teóricas e imposibles nieves de la esclavitud se posaban con intención destructora. Tomó mi mano y con dulzura de mirada, anhelante de que comprendiera, me invitó a seguirla y yo la seguí. Y me mostró mejor ese extremo del Jardín que antes era llamado Dádiva, mas que mudo recientemente su nombre en Egoísmo. En él se tendió, cansada, sobre las impolutas nieves. Allí yacía aquella que se revivía a sí misma, pero que ahora se encontraba también enferma y ligeramente deformada.
La Libertad abrió su boca y vertió su corazón por ella al decirme:
-En ocasiones enjauláis la Vida en cárceles de oro o de hierro oxidado… Lo mismo da… Me encarceláis y esclavizáis haciéndome criada vuestra. ¡Yo no soy vuestra esclava aunque estoy para serviros! Si yo muriera moriríais. Sin mi pereceríais irremisiblemente, porque más pertenecéis vosotros a mí que yo a vosotros. Yo lo albergo todo, mas vosotros solo podéis albergar la nada que sois y el algo que podéis llegar a Ser si sois fieles y rectos en vuestros corazones.
¡Pobre del pájaro que conoció la libertad, pues esos cielos y esa vida siempre anhelara y estarán en el! ¡Y pobre del Ave que ya nació esclava! ¿Acaso no intuye que la libertad está más allá de lo que los barrotes le han permitido conocer? ¿Acaso desde ahí no ve a otros de los suyos volar? Pero él, ni siquiera puede desplegar las alas en su plenitud y alzarse a la independencia, pues no sabría qué hacer con ellas sin aprender a planear y aprovechar la fuerza de los vientos.
-Esclavizáis tantas cosas bellas y hermosas para destruirlas o transformarlas en feas… ¿Es que acaso el resto de lo Creado no tiene el mismo derecho a Ser que vosotros? ¿Os creéis extremadamente mejores que un árbol o una flor? Yo os digo que no, que cada cosa está en su sitio, tiene su valor y su sentido irremplazable. Vosotros jamás podréis tener frutos colgando de vuestros dedos y contemplar como maduran; o servir de cobijo a los nidos de los pájaros. Jamás seréis flores ni tendréis pétalos, ni las abejas libaran de vuestro cáliz. Jamás seréis montañas, ni valles, bosques, océanos, estrellas o soles…Nunca seréis Agua pura y cristalina que pueda refrescar la Sed del sediento o no ser que antes os dejéis purificar por ella misma. No sois mejores que estas cosas, sino que formáis una hermanada con ellas.
Y en cuanto a vosotros os estáis esclavizando al no tener aire que respirar, al no tener un lugar donde yo os pueda acoger y vosotros Vivir, al no tener alimentos que tomar, al no poder expresar y defender vuestros pensamientos y sentimientos, al consentir ser aplastados por una sociedad que os despersonaliza y reduce a meros números que se pueden manejar e incluso sacrificar al antojo de unos pocos a los que concedéis el poder; al ocultar vuestras realidades y disfrazaros con la máscara de la hipocresía y el disimulo. Al no tener tiempo, sencillamente, de Vivir y Amar… ¡Liberadme! ¡Por caridad a vosotros mismos y por la defensa de vuestra dignidad! ¡Liberadme!
¿Quiénes son capaces de presionar su mente y la de los suyos, destruir la dignidad que hace honesto al hombre ante sí mismo y ante lo creado? Solo locos, mentes enfermas, orgullosas y autosuficientes hambrientas de poder y desmesurada autoestima  que olvidan sus orígenes para infantilmente, pero en ocasiones con efectividad malsana, intentar construir un modelo de futuro, un poder, un dominio  que no les corresponde solo a ellos dominando así lo más inherente de ser humano.
-La Libertad es tan difusa y extraña –dicen los hombres-. No tiene faz, ni ojos, ni oídos, su imagen se nos desdibuja y parece inalcanzable, pero está…No sabemos dónde, pero está. Y cada uno intenta imponer al otro su concepto de libertad.
Ved en este jardín la maravilla de la Libertad. Todo es armonioso, a pesar de que el invierno se cierne peligrosamente sobre él. Aquí, el árbol da libertad a sus ramas, hojas, yemas y frutos para que se desarrollen como quieran; aquí, la hierbecilla no lucha, no coarta la libertad de la flor que comparte tierra junto a ella, sino que la comparten. La libertad de ser como se es y manifestarse coherentemente con ello es respetada.
Solo vosotros, en abundantes ocasiones, rompéis ese respeto destruyendo sin razón coherente, por puro morboso placer, lo que se os antoja. ¡Luchad por aquello que también os pertenece! Que no os dejen sin la libertad de ver la flor, el rio, la nube o la hoja caer del Árbol. Que no os dejen sin la libertad de Ser, de ser Vosotros mismos, de luchar en contra de convertiros en un número, en un ladrillo anónimo  en el monstruoso muro de la sociedad que os atrapa.
Y así ella me habló. Y nada más pude decir porque el asombro de lo que había escuchado me obligaba a permanecer callado y, aun perplejo, como si un viento dorado arrasara las imágenes convirtiéndolas en pensamientos, todo desapareció.


Salí del Jardín, de la Sala, del Palacio de mi Corazón; volví al “mundo verdadero” que me rodeaba, a la limitada realidad que existía fuera de mí. Y una gran tristeza y esperanza me invadieron como hermanos gemelos de un mismo parto.
En mi fría celda todo cobraba su forma y de la oscuridad resucitaron poco a poco la amplia gama de grises. El amanecer surgía, y los primeros rayos de luz traspasaron la pequeña ventana con barrotes cayendo sobre mi cual espíritu de Dios sobre la Virgen María en la Anunciación de la buena nueva. De mi ensoñación salí, me levanté del camastro y me aproximé al ventanuco. El minúsculo capullo de una hierbecilla aferrada entre las piedras había florecido durante la noche, y sobrevivía…
No recordaba cuantos años hacia que estaba privado de mis libertades, ya perdí la cuenta. No tenía espejo en el que mirarme y comparar mi rostro con el del pasado; y mi cuerpo a fuerza de ser visto día tras día, mes tras mes, año tras año, no me servía de gran referencia pues sus cambios habían venido poco a poco, con el sigilo de un ladrón nocturno. Me encontraba más delgado, con arrugas donde antes veía tersura, con canas donde antes el color era de ala de cuervo. ¡Muchas estaciones había  contemplado a través de mi ventana! ¿Cómo sería ahora el mundo? Aparte del sol, nubes, lluvia, nieve y viento, los altos y feos muros de color gris tierra solo me permitían ver, a lo lejos, altísimos edificios de metal y cristal. ¿Seguiría todo como lo conocí o ya los niños no sabrían lo que era contemplar las estrellas? Recordaba haber visto alguna a través de los contaminados cielos, pero no estaba muy seguro. Tal vez fuera un satélite de vigilancia.
Estaba preso, estoy preso y posiblemente lo estaré hasta el fin de mis días. Cometí el crimen de rebelarme en mi conciencia y por lo tanto contra algunas  normas y formas de vivir que pocas veces entendí pero acaté hasta  que dije: ¡Basta! Quería vivir a mi manera, según mis normas. No hubo crímenes, ni atentados, ni sangre vertida. Quise hacer comprender a la gente que no podíamos continuar como hasta el momento, que nuestros descendientes merecían algo mejor que las ruinas y basura que les estábamos dejando como herencia. Al hombre le estaba siendo también castrando el espíritu para no poder realizarse y perpetuarse a través de su existencia. Clamé por las calles entre monstruosos edificios, ruidos ensordecedores, entre maquinas con forma de hombres que imponían una sola manera de pensar, vivir, amar. Sé que algunos escucharon y comprendieron. Esa es mi victoria. El despertar de la conciencia del hombre.
¿Y yo? ¿Qué como terminé? Como un loco, encarcelado en una habitación con paredes acolchadas, recibiendo mi alimento de una maquina impersonal y satisfaciendo mi higiene por medio de otras. Desde  que me internaran aquí no he visto, ni oído, ni hablado con ser humano alguno. Mis conversaciones son conmigo mismo y, en ocasiones, con distintos habitantes del Palacio de mi Corazón, cuando tengo la suerte de visitarlo. Pero sé que no estoy loco. ¿O quizás si? Solo sé que no me siento preso del todo pues hace tiempo que comprendí que la Libertad, la verdadera libertad está dentro de mí; es la libertad de espíritu de mi conciencia. El universo entero se encuentra dentro de mí y no solo en lo que me puede rodear. La libertad de cuerpo es importante, esencial, pero cuando te es arrebatada no por ello se debe sucumbir al total dominio del hombre por el hombre. Siempre quedará en un rincón el germen suficiente para brotar cuando los tiempos sean propicios. Para  el alma, por llamarla de alguna manera, no hay más cadenas que las que yo pongo por miedo a asumir mi vida y mis responsabilidades con valentía y los pesos que mi conciencia no compensada me amarren.
Un día vendrá el nuevo Reino al Corazón del Hombre y todos comprenderán. En verdad que siempre se es libre si se penetra en la sala de los Sueños y se hace sin miedo.

¿Son imaginaciones mías? ¿Oigo pasos? ¿Hay alguien tras la puerta de mi celda?

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