miércoles, 8 de enero de 2014

LOS CISNES YA NO SON TRANSPARENTES. POR DAVID M.VILLA MARTÍNEZ.




Cuando se abusa de presuntas virtudes estas se convierten en defectos.No todo es evidente y de ahí el discernimiento, aprendizaje, en ocasiones el periodo de duelo y los nuevos comienzos.

EN RECUERDO DE M.R,J.
 (1966-2014) 
DE PARTE DE J.R.J


LOS CISNES YA NO SON TRANSPARENTES

Hubo un momento en el que el Universo quiso experimentarse a sí mismo y, en una de sus manifestaciones, hizo la prueba de crear cisnes transparentes en uno de sus planetas piloto: una primera versión de la tierra. Era un intento sano de crear un mundo sin mentiras, sin falsedades.

Eran aves magníficas de gran envergadura, capaces de dominar el cielo en espirales sinfónicas y de dejar sin respiración al resto de los animales que los observaban atónitos. ¡Se diría tanto de sus vuelos si aún  quedase tan solo un superviviente de ese mundo perdido! Se rumorea acerca de aquellas tardes coloreas con matices imposibles por un sol y dos lunas, donde aquellas aves agujereaban las nubes a velocidades increíbles repitiendo sus acrobacias sobre las montañas heladas, para luego descansar en mitad de un lago tan inmenso como  un continente. Allí, juntos, en la superficie del marjal, brillaban como una sola estrella en vital movimiento.

Estas criaturas honestas incapaces de mentir sólo podían digerir cosas transparentes, preferentemente cuarzos blancos molidos o bien el hielo dulce que abundaba en las alturas de las cordilleras. Sus huevos eran como inmensas gotas de agua que descomponían arcoíris. Cuando morían sus restos se convertían en diamantes de caprichosas figuras.

En ocasiones algunos ejemplares jugaban con medusas, sus únicos amigos, ya que les costaba mucho confiar en alguien que no fuese completamente transparente  y, lamentablemente, casi todos tenían como mínimo algún color. Para ellos un águila era lo mismo que una paloma, un gato que un perro y un lagarto que una iguana. Solo eran seres opacos sin diferenciación ante los cuales se sentían superiores. Eran incapaces de ver a través de ellos y solo se quedaban con lo evidente, con el aspecto opacado, con esa única capacidad de entender la transparencia. No escapaban de aquel criterio el resto de las aves coloridas o de lindo trinar; por muy bellas cualidades que tuvieran no eran transparentes... y por lo tanto también eran mentirosas y falsas.

Los límpidos cisnes- no obstante- volaban y volaban encantando a todas las criaturas; formaban figuras  en el cielo a toda hora y momento, formando letras de un lenguaje perdido en una atmósfera analfabeta y figuras geométricas de complicado trazado. Opacaban al resto de los pájaros que, simplemente, preferían humildemente posarse en las ramas de los árboles a observar tan hermoso espectáculo llenos de admiración.

Todo iba bien, aunque la elitista arrogancia de los cisnes fuera constante y evidente, hasta que una mañana, en vez de formar figuras, la bandada se dividió plasmando dos grandes círculos detenidos en el cielo, que poco a poco se empezaron a alinear presagiando lo peor. A medio día, los círculos se juntaron en un punto que logró eclipsar al sol  y como una lupa gigante se generó un poderoso rayo que derritió todo, que quemó todo, que destruyó todo.

El Universo cayó en cuenta de lo sucedido, que aquel modo de percibirse sin mentiras o falsedades solo había traído oscuridad y destrucción; aprendió y comprendió que la transparencia no debía ser visible, si no escondida. Debía de estar tras la humildad y no en los alardes de superioridad que implicaban el distanciamiento. En definitiva debía ser descubierta esforzándose y no mostrada como algo físicamente inherente.

Por ello, en esta nueva versión de la tierra los cisnes no son transparentes. Algunos de ellos solo son blancos en recuerdo a la pretensión de pureza de sus hermanos caídos por su deshonestidad y ego.

Aún así, aún conservan rasgos de su belleza, pero los diamantes hallados kilómetros bajo tierra son tallados.

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